Publication Date: 11-06-2019
El año pasado acompañé a un par de amigos a brindar asistencia humanitaria para los miembros de la comunidad LGBTTTIQ de la caravana migrante. Además de otorgarles ropa y calzado, les consiguieron una bandera para que salieran a caminar con ella gritando con orgullo su identidad para contrarrestar las críticas homofóbicas con las que sus mismos compañeros migrantes les agredían. Fue una mezcla de emociones. Por un lado, dio muchísimo gusto saber semanas después que habían llegado a Tijuana y que Erick había contraído matrimonio con Pedro. Al mismo tiempo, nunca olvidaré como la gran mayoría contestaban a los medios que escapaban de la muerte.
Así quedó asentado en mi memoria: la razón principal de la migración era la violencia. Sorpresa fue cuando la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena, presentó el Plan de Desarrollo Integral El Salvador-Guatemala-Honduras-México en la sección F de la sala José Ma. Morelos y Pavón de la Cancillería. En su segunda diapositiva se apreciaron los resultados de una encuesta sobre las razones por las cuales migraban los habitantes de esta región. En primer lugar es la falta de empleo o crisis económica; en segundo, ingresos muy bajos o malas condiciones laborales y en tercero, la violencia. La diferencia entre la primera razón y la tercera era amplia.
En efecto, los datos no son alentadores. Las tasas de crecimiento de Guatemala y Honduras promedian cerca del 4% de 2006 a 2017, mientras que El Salvador ronda alrededor del 2%. No obstante, la distribución de este crecimiento está lejos de ser equitativa: en los tres países, el 20% más rico de su población concentra, al menos, el 39% del ingreso, mientras que el 20% más pobre acumula, máximo, el 7.8%. Asimismo, más de la mitad de la población de los tres países permanece por debajo de la línea de pobreza y también se observa una disminución del 5% de su ingreso laboral (ajustado por PPP) entre 2010 y 2016.
Clemens (2017) estima que son los factores económicos de largo plazo, junto con la violencia en el corto, lo que incentiva la emigración de niños no acompañados. Las tasas de homicidio por cada 100,000 habitantes son altas: 26 para Guatemala, 43 para Honduras y 60 para El Salvador. México tiene una tasa inferior a 26. La relación entre violencia, desarrollo y migración es compleja. Depende de variables espaciales y temporales. Lo importante es analizar las causas estructurales del fenómeno migratorio para poder plantear soluciones factibles en vez de amenazas donde todos pierden.
El Plan de Desarrollo Integral es un ejemplo del alcance de la cooperación internacional para el desarrollo. Nutrido con el aporte de otras 16 agencias, fondos y programas de Naciones Unidas, la Cepal propuso una serie de recomendaciones sustenadas en cuatro pilares: desarrollo económico, bienestar social, sostenibilidad ambiental y gestión integral del ciclo migratorio. Entre ellas destacan la aplicación de medidas contracíclicas, elevar la inversión total a un mínimo del 25% del PIB, revisar la renuncia fiscal, integrar el sector energético con México, reducir los costos de transacción en el envío de remesas, disminuir las barreras no arancelarias al comercio, lograr la cobertura universal del nivel secundario, priorizar la primera infancia, reducir la intensidad energética en la producción y un largo etcétera. Bárcena concluyó que el derecho al desarrollo en el lugar de origen es la solución para que la migración sea una opción y no una obligación. Sobra decir que el enfoque para combatir la seguridad es uno de seguridad humana y no de seguridad nacional.
De manera teórica, se puede decir que el Plan está cuidadosamente diseñado porque además de tener un enfoque institucionalista del crecimiento, no pasa por alto el motor clave que impulsa a cualquier país en el largo plazo: la innovación. El documento destina una sección del segundo capítulo a este rubro y el 10% de las recomendaciones finales son de este tema: incorporar la innovación y el cambio tecnológico en el tejido productivo, construir una agenda regional de investigación, desarrollo e innovación y desarrollar políticas de fomento de la innovación y mejora de la productividad. Además, el último anexo es una matriz de prioridades nacionales que agrega valor a las más de 300 páginas. V. gr. para el eje de emprendimiento, solamente hay una prioridad que, en este caso, es para Guatemala.
Es difícil saber si habrá la suficiente voluntad política para su implementación. El canciller Ebrard afirmó que se necesitan alrededor de 10 mil millones de dólares al año durante una década. Esta cantidad requerirá ayuda de otros países, en especial de Estados Unidos. Por su parte, Alemania y España han ya manifestado su respaldo. Sin embargo, aun contando con los recursos, el empirismo económico no muestra con claridad que la ayuda internacional funcione. De un lado, en este debate académico, Easterly escribió en 2006 que no hay suficiente evidencia para decir que la ayuda impulse la economía de un país en el largo plazo, Deaton afirma que la asistencia protege a los políticos de la presión necesaria para que funcione mejor el Estado y Moyo critica el hecho de que a pesar de haber destinado más de un billón de dólares al continente africano, el ingreso per cápita no ha mejorado desde la década de 1970.
A favor está Sachs, quien defiende la efectividad de las iniciativas de salud en salvar millones de vidas. Gates dice que la lucha exitosa contra el VIH o el polio han incrementado la estabilidad política y expandido la economía. Burns advierte que reducir los fondos a la agencia de cooperación estadounidense sería poco sabio, innecesario y peligroso para la seguridad nacional. Como nota al pie, es importante recordar que la cooperación internacional para la solución de problemas internacionales de carácter económico, social o humanitario está consagrado en el artículo primero de la Carta de las Naciones Unidas.
Independientemente de la cuestión técnica o normativa en materia de asistencia, el que los países tengan una hoja de ruta es importante per se para la focalización de esfuerzos y recursos existentes. El mensaje implícito tampoco es menor: la contención forzosa es fútil. Solamente el desarrollo permitirá que Erick y Pedro consideren regresar a su país y que, en el supuesto, sus hijos decidan emigrar por voluntad y no por necesidad.
Farid Hannan es economista e internacionalista por el ITAM y actualmente funge como subdirector de Análisis Estratégico en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Sígalo en Twitter: @FaridHannan.