Fecha Publicación: 10-10-2025
América Latina atraviesa una crisis educativa silenciosa, pero devastadora. Según la ONU, más de 234 millones de niños en el mundo no reciben educación de calidad, y una gran parte pertenece a nuestra región. En México, tres de cada diez personas aún viven en condiciones de pobreza (El País, 2025), y el IMCO advierte que la falta de salud, educación y nutrición suficientes limita el desarrollo humano de toda una generación.
A cinco años de la pandemia, los efectos siguen presentes: aulas que no se digitalizaron, programas obsoletos, docentes mal remunerados y estudiantes desmotivados. La OCDE señala que los jóvenes mexicanos no superan el nivel educativo de sus padres, rompiendo con la promesa del progreso intergeneracional. En un contexto donde la revolución tecnológica redefine el trabajo, millones de niños y adolescentes crecen sin las habilidades que el futuro exige: pensamiento crítico, competencias digitales y empatía.
Paradójicamente, mientras el mundo habla de la revolución tech 5.0, buena parte de los estudiantes latinoamericanos no tiene conexión estable a internet, ni acceso a dispositivos, ni espacios seguros para aprender. La brecha digital se ha vuelto una brecha social y emocional. Formamos jóvenes hiperconectados, pero sin dirección; rodeados de pantallas, pero con menos horizontes reales.
Sin embargo, entre los escombros surgen ejemplos luminosos. La escuela mexicana A Favor del Niño, ganadora del World’s Best School Prize 2025, demostró que una educación integral —basada en comunidad, salud, nutrición y acompañamiento familiar— puede romper ciclos de pobreza. En Brasil, la Escola Estadual Parque dos Sonhos transformó la violencia en convivencia y la desesperanza en participación. Ambos modelos prueban que la innovación educativa no siempre nace de la tecnología, sino de la empatía y el trabajo colectivo.
Frente a esta realidad, tres rutas son urgentes:
Reinvertir con visión de futuro: priorizar presupuestos en infraestructura, bienestar docente y conectividad.
Actualizar los contenidos: formar en habilidades humanas y tecnológicas sin caer en el culto al algoritmo.
Integrar comunidad y salud mental: porque ningún aprendizaje florece en entornos rotos.
Educar ya no puede ser solo instruir. Educar hoy es sanar, conectar y preparar a una generación que no solo sepa usar la tecnología, sino también entender su propósito.
Participación en El Sol de México